jueves, 27 de noviembre de 2014

God Saves the F1 (pero no a esta) -Parte 1


(Parte 1)


La suerte es muy ramera (que se lo digan a Alonso)
Se terminó, se chapó la paraeta, temporada de F1 finiquitraun.
Ganó Hamilton y ganó bien. (¿Sencillamente?) porque es mejor piloto que Rosberg, ¡es shimplesh! que diría ese escupe opiniones –que escuecen- que es don José Mourinho. Aunque en Fórmula 1 todo es relativo y así se han encargado los protas de recordárnoslo a lo largo de la historia de la competición. Ser o no ser mejor que otro en un negocio en que el parámetro de la suerte resulta ser tan pejiguero en un tortuoso calendario con 19 pruebas, puede no ser el factor determinante que te dé o te arrebate un título de campeón del mundo de Fórmula 1. De hecho, tenemos el claro ejemplo en Fernando Alonso. Considerado por todo el paddock como el mejor piloto en la actualidad y no consigue meter en su zurrón otro título desde el año 2006.

Esa forma admirable de Rosberg de regalarle el bicampeonato a Hamilton
Lo que si te da un título, retomando el tema, – y te ahorra sufrimientos innecesarios por otra parte- es tener un coche con una superioridad mecánica tan abrumadora –debería estar tipificado como delito en el código penal- y además tener en el box de al lado, como compi de escuadra, a un tipo emperrado después del parón veraniego, en ponerte en bandeja un título que por números sin duda mereces, en el que partías como claro favorito a principios de año para todo hijo de vecino, pero que asistes horrorizado como se te va deslizando de las manos, en un paralelismo dramático con la bellota revoltosa que desespera a la ardilla prehistórica de nombre Scrat en cada una de las pelis de Ice Age.
Pero ahí estaba Rosberg con la bombona de oxígeno, incansable, al quite, presto y dispuesto para socorrer a su compañero de equipo, a su ex viejo amigo, al chico inglés del triste distrito de Stevenage justo cuando peor pintaban las cosas para sus intereses.

Todo es susceptible de empeorar
Porque Rosberg decidió no comparecer en la disputa por el título después de la jarana que se montó entre los dos únicos contendientes en el Gran Premio de Bélgica.
Hamilton enlazó así cinco victorias consecutivas en las que Rosberg partía en la Pole en dos de esas cinco carreras: Suzuka y Estados Unidos.
Lo ocurrido en Monza fue tragicómico; Hamilton salía en Pole pero pasaba la traicionera primera chicane en cuarto lugar mientras que Rosberg aprovechaba el regalo del inglés para ponerse en primera posición sin ningún tipo de oposición seria que le impidiese abrir el gap suficiente como para no tener que sufrir al final ante la más que segura cabalgada/remontada de Hamilton.
Lo demás ya lo conocen, dos extraños bloqueos de Rosberg en la primera frenada cuando comenzaba a sentir el aliento de un Hamilton desbocado en modo hammer time, pusieron en bandeja la victoria al piloto inglés en territorio Ferrari y lo que era más importante, Hamilton se hizo fuerte –aún más- dentro del organigrama de la marca alemana. ¿Le pudo la presión a Nico? ¿Fue ciertamente un problema mecánico relacionado con los frenos? ¿En Mercedes pactaron que Rosberg le regalase la victoria a Lewis después del incidente que tuvieron el piloto teutón y el inglés en Spa? Nunca lo sabremos (salvo que Lewis lo tuitee algún día) y además ya no importa realmente. El caso es que Rosberg, que dominaba el campeonato con cierta soltura a esas alturas de la competición, empezó a empequeñecer alarmantemente y la sombra de Hamilton comenzó cada vez a hacerse más y más poderosa…

Resumiendo que es gerundio
Y que sí, que lo dicho, Hamilton justo campeón, porque es muy bueno y porque además, aunque me reconozco como un loser patológico con la insana afición de apoyar causas perdidas, prefiero que se lleve la perra gorda un tipo que además de bueno, o muy bueno como en el caso de Lewis, tiene talento, talento innato. Y Hamilton, de ese preciado bien, anda sobrado, muy sobrado. Rosberg no.
La diferencia entre Hamilton y Rosberg es que el primero es un asesino en serie de las victorias. Un lobo solitario hambriento que cuando huele el miedo de su presa le hinca el colmillo con tal voracidad que no da tiempo a segundas oportunidades.
Rosberg le regaló a Hamilton la victoria en Bahréin a pesar de que Lewis llevaba un neumático en peores condiciones y el alemán acababa de calzarse un neumático blando con el que –supuestamente- daría caza al inglés fácilmente. En esa batalla con todo a favor, Rosberg no pudo con Hamilton. Primer aviso.
Sin embargo, en Suzuka y Estados Unidos, con Rosberg en la Pole, Hamilton olió sangre y le pegó un estacazo moral a Rosberg en forma de dos adelantamientos de esos que marcan el devenir de un título. Yo los denomino en la intimidad, adelantamientos jerárquicos.

¿Y los demás? Reguleros y gracias
Ya desde pretemporada se vio que ningún equipo estaba en condiciones de poder poner en aprietos el título a los dos pilotos de Mercedes.
En ese drama de nula competitividad entre el resto de la manada surgió, enorme, inconmensurable, el chico de la sonrisa eterna.
A Ricciardo lo considero hasta la fecha un brillante cazador de recompensas a expensas de lo que pueda hacer en una temporada de más igualdad mecánica. Se ha demostrado un especialista en arrancarte un brazo cuando solo querías darle la mano. En cuanto ha surgido la más mínima posibilidad de cazar metal, ahí ha estado siempre. Se ha llevado tres victorias por astucia y por estar ahí, importante, estar ahí siempre… parece sencillo, pero en un negocio como este, con un motor Renault aquejado de falta de potencia y con un tetracampeón en el box de al lado, los logros de Ricciardo merecen ser valorados con toda profundidad.
Vettel, lo de Vettel. Ese portento a una vuelta e imbatible con coches un segundo más rápidos que el resto ha parecido un paria este año, un don nadie. Se ha metido en una ciénaga asolada de minas. No se me ocurre cosa más poco productiva para un deportista de éxito fulminante como Sebastian, con cuatro títulos en el bolsillo, referencia en Red Bull e hijo adoptivo de Ecclestone, que sembrar por ti mismo un campo de dudas aparentemente con explicaciones vagas y que en ningún caso te dejan en buen lugar. El año próximo irá a Ferrari. Buena suerte Seb, espero por el bien de la Fórmula 1 que te repongas de los fostiones de este año y que me chapes mi bocaza. Hasta la fecha, como intuía, sigues muy lejos de ser una referencia en esta bacanal firmada de puño y letra por Bernie.
Alonso se pira de Ferrari. Cinco años plagados de sinsabores, de promesas que ni por asomo llegaron a cumplirse, de falsas evoluciones mecánicas que se convirtieron el hazme reír tanto del paddock como de los propios aficionados. Un equipo empeñado en pisotear año tras año una marca legendaria devorada por su estúpida arrogancia. Alonso ha demostrado estar muy por encima de Ferrari este tiempo. Lo que ha ganado en pista estos años cinco años, mucho o poco, se lo ha ganado él. Sólo él.
Fernando ha destrozado a Raikkonen como ya hizo con Massa en su momento. En pista y mentalmente. Lo que ocurre es que Massa adoptó un rol secundario rápidamente en el equipo y con ello se quitó una mochila de piedras a la espalda.
Raikkonen llegó este año de la mano de Montezemolo para apretarle las clavijas a Alonso, para meterlo en vereda decían… un campeón del mundo que bajaría a Alonso de ese pedestal que se ha construido el propio Fernando a base de talento, de empuje, de no dar nada por perdido hasta el último palmo de pista, de garra, de decisión y sobre todo, de tener una cabeza privilegiada. Llegaba Raikkonen decían… Pobres ilusos.


(Continuará)

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