Nunca tuvo
esa brillantez innata que se les exige a los grandes campeones ni desde luego el
talento descomunal de los Senna, Schumacher o Prost. De ahí que Damon Hill en
su momento fuese ninguneado por una gran parte de la prensa especializada
cuando en 1996 se proclamaba Campeón del Mundo de Fórmula 1 en el circuito de
Suzuka.
No fue un
año fácil para Hill aunque a priori pudiese parecer todo lo contrario.
Schumacher,
bicampeón del mundo con Benetton daba el salto a una Ferrari que no ganaba el
título desde el 79 con Jody Scheckter (16 años en el dique seco) y en la que
las urgencias históricas empezaban a ser acuciantes ante el desconsuelo de la
parroquia Ferrarista, ávida de éxitos que ahora parecían tan lejanos.
Hill
tropezó con un compañero de equipo correoso.
Jacques
Villenueve no se lo puso fácil en todo el año a Damon. Y lo que es peor –y
mejor para los medios- al claro favorito al título se le subía a las barbas un
novato, un piloto que venía de ganar la Champ Car y las 500 millas de
Indianápolis, pero al fin y al cabo, un novato sin experiencia en la Fórmula 1.
Ahí la
prensa vio carnaza y no dudó en comenzar una campaña de acoso y derribo contra
Hill -que a menudo sobrepasó los límites de la propia educación- y que se podría
resumir de esta forma: Hill podría ganar –y de hecho ganó- el título, pero de
ningún modo será considerado un “gran campeón” ni ahora ni en mil vidas más.
¿Les suena la cantinela?
De nada le
valía a Hill que fuese el piloto con mejores estadísticas en cuanto a número de
Grandes Premios disputados y victorias conseguidas. Ni que hubiese tuteado al “Profesor”
Prost es su primer año en la Fórmula 1 (1993) alcanzando 3 victorias y
finalizando en 3ª posición a final de año solo por detrás de dos leyendas de
este deporte como el propio Prost (4 títulos del mundo) o el brasileño Senna (3
títulos mundiales).
De nada le
servía a Hill el haber suplido –con éxito- al malogrado Senna como piloto
número 1 de Williams en 1994 (con lo que ello conllevaba) y llevar a Williams a
luchar por el título hasta la última carrera (y de perderlo de forma miserable
por una jugarreta de Schumacher cuando el alemán tenía perdido un título que realmente
había merecido)
A Hill lo
echaron de Williams de muy malas formas. Se habló de dinero y de que Frank
Williams no estaba dispuesto a subir el sueldo a su piloto aunque hubiese
traído el título de pilotos a casa 3 años después del cosechado por Prost.
Sea como
fuere, el inglés se iba de Williams con el título de pilotos bajo el brazo pero
sin ningún asiento competitivo libre para la temporada próxima.
Damon
aterrizaba en un equipo Arrows que sus mayores logros hasta la fecha habían
sido un 4º puesto en el mundial de constructores de 1988 en casi 20 años en la
parrilla de la Fórmula 1.
El coche
número 1 iba a pasar una travesía por los infiernos ese año.
Un año
incomprensible para un piloto que llevaba hasta la fecha 21 victorias y al que
le costó horrores meter al Arrows en el
107% exigido para participar en la primera carrera del año en Melbourne.
Damon ese
año cazó un sexto puesto en Gran Bretaña ante su afición que fue celebrado como
una victoria, pero la gran hazaña llegaría 2 Grandes Premios después, en
Hungría.
En el
retorcido Hungaroring Hill metió al Arrows en segunda fila de parrilla (3º)
solo por detrás de Schumacher y del Williams de Villenueve.
Hill salió
bien y pasó a Villenueve antes de la primera frenada. 11 vueltas después hacía
lo mismo a final de recta con un Schumacher que se peleaba con unas Goodyear
que sufrían de un blistering terrible en el sinuoso trazado húngaro.
El ritmo
endiablado del Arrows con unos neumáticos Bridgestone que no decaían en
prestaciones colocaban a Hill en una situación inimaginable. 35 segundos de
ventaja, marcando vuelta rápida tras vuelta rápida y dominando el Gran Premio
con mano de hierro a falta de 3 vueltas para finalizar la carrera.
Todo el
equipo Arrows en el box celebraba prácticamente la que iba a ser su primera (y única)
victoria en la Fórmula 1 hasta que Hill avisó por radio que algunas marchas
estaban fallando y que probablemente tenía un problema hidráulico serio.
En el box
de Arrows saltaron las alarmas. Le pedían a Hill que no intentase subir marchas
más allá de la 3ª y que aguantase lo máximo posible para contener a un
Villenueve que ya olisqueaba la sangre…
El de
Williams empezó a reducir considerablemente la distancia con un Damon que se
peleaba con un coche que se desinflaba a cada curva.
A falta de
1 vuelta Villenueve estaba a solo 6 segundos del Arrows de Hill y el pescado
quedó vendido. El canadiense pasaba a Hill y llegaba a línea de meta con 9 segundos
de ventaja sobre el inglés. En 3 vueltas de calificación Villenueve le había
metido a Hill la friolera de 45 segundos.
Hill
conseguía mantener la 2ª plaza con cierta holgura debido en parte a la brutal
diferencia que había ido fabricando en la segunda parte de la carrera.
Damon
perdió una carrera que mereció ganar, y así se lo reconocía Villenueve en un
abrazo sentido antes de enfilar el camino hacia el podio, pero por un día, el
antihéroe iba a convertirse en héroe.
A final de
año Hill anunciaba que dejaba Arrows y que fichaba por Jordan dos años.
En la
escudería Jordan consiguió su victoria número 22 en Spa 1998 y la primera de
las cuatro que conseguiría el equipo dirigido por Eddie Jordan en sus 15 años de
historia.
En 1999,
después de una temporada sin resultados destacables Damon colgaba el casco con
un currículum envidiable; 1 título Mundial, 22 victorias, 42 podios, 20 Pole
Position y 19 vueltas rápidas en 115 carreras disputadas.
En Twitter
YUKIOSEKImaddog
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