lunes, 10 de marzo de 2014

El Antihéroe


Nunca tuvo esa brillantez innata que se les exige a los grandes campeones ni desde luego el talento descomunal de los Senna, Schumacher o Prost. De ahí que Damon Hill en su momento fuese ninguneado por una gran parte de la prensa especializada cuando en 1996 se proclamaba Campeón del Mundo de Fórmula 1 en el circuito de Suzuka.
No fue un año fácil para Hill aunque a priori pudiese parecer todo lo contrario.
Schumacher, bicampeón del mundo con Benetton daba el salto a una Ferrari que no ganaba el título desde el 79 con Jody Scheckter (16 años en el dique seco) y en la que las urgencias históricas empezaban a ser acuciantes ante el desconsuelo de la parroquia Ferrarista, ávida de éxitos que ahora parecían tan lejanos.

Hill tropezó con un compañero de equipo correoso.
Jacques Villenueve no se lo puso fácil en todo el año a Damon. Y lo que es peor –y mejor para los medios- al claro favorito al título se le subía a las barbas un novato, un piloto que venía de ganar la Champ Car y las 500 millas de Indianápolis, pero al fin y al cabo, un novato sin experiencia en la Fórmula 1.
Ahí la prensa vio carnaza y no dudó en comenzar una campaña de acoso y derribo contra Hill -que a menudo sobrepasó los límites de la propia educación- y que se podría resumir de esta forma: Hill podría ganar –y de hecho ganó- el título, pero de ningún modo será considerado un “gran campeón” ni ahora ni en mil vidas más. ¿Les suena la cantinela?

De nada le valía a Hill que fuese el piloto con mejores estadísticas en cuanto a número de Grandes Premios disputados y victorias conseguidas. Ni que hubiese tuteado al “Profesor” Prost es su primer año en la Fórmula 1 (1993) alcanzando 3 victorias y finalizando en 3ª posición a final de año solo por detrás de dos leyendas de este deporte como el propio Prost (4 títulos del mundo) o el brasileño Senna (3 títulos mundiales).
De nada le servía a Hill el haber suplido –con éxito- al malogrado Senna como piloto número 1 de Williams en 1994 (con lo que ello conllevaba) y llevar a Williams a luchar por el título hasta la última carrera (y de perderlo de forma miserable por una jugarreta de Schumacher cuando el alemán tenía perdido un título que realmente había merecido)

A Hill lo echaron de Williams de muy malas formas. Se habló de dinero y de que Frank Williams no estaba dispuesto a subir el sueldo a su piloto aunque hubiese traído el título de pilotos a casa 3 años después del cosechado por Prost.
Sea como fuere, el inglés se iba de Williams con el título de pilotos bajo el brazo pero sin ningún asiento competitivo libre para la temporada próxima.

Damon aterrizaba en un equipo Arrows que sus mayores logros hasta la fecha habían sido un 4º puesto en el mundial de constructores de 1988 en casi 20 años en la parrilla de la Fórmula 1.

El coche número 1 iba a pasar una travesía por los infiernos ese año.
Un año incomprensible para un piloto que llevaba hasta la fecha 21 victorias y al que le costó horrores meter al Arrows  en el 107% exigido para participar en la primera carrera del año en Melbourne.

Damon ese año cazó un sexto puesto en Gran Bretaña ante su afición que fue celebrado como una victoria, pero la gran hazaña llegaría 2 Grandes Premios después, en Hungría.

En el retorcido Hungaroring Hill metió al Arrows en segunda fila de parrilla (3º) solo por detrás de Schumacher y del Williams de Villenueve.
Hill salió bien y pasó a Villenueve antes de la primera frenada. 11 vueltas después hacía lo mismo a final de recta con un Schumacher que se peleaba con unas Goodyear que sufrían de un blistering terrible en el sinuoso trazado húngaro.
El ritmo endiablado del Arrows con unos neumáticos Bridgestone que no decaían en prestaciones colocaban a Hill en una situación inimaginable. 35 segundos de ventaja, marcando vuelta rápida tras vuelta rápida y dominando el Gran Premio con mano de hierro a falta de 3 vueltas para finalizar la carrera.
Todo el equipo Arrows en el box celebraba prácticamente la que iba a ser su primera (y única) victoria en la Fórmula 1 hasta que Hill avisó por radio que algunas marchas estaban fallando y que probablemente tenía un problema hidráulico serio.

En el box de Arrows saltaron las alarmas. Le pedían a Hill que no intentase subir marchas más allá de la 3ª y que aguantase lo máximo posible para contener a un Villenueve que ya olisqueaba la sangre…

El de Williams empezó a reducir considerablemente la distancia con un Damon que se peleaba con un coche que se desinflaba a cada curva.

A falta de 1 vuelta Villenueve estaba a solo 6 segundos del Arrows de Hill y el pescado quedó vendido. El canadiense pasaba a Hill y llegaba a línea de meta con 9 segundos de ventaja sobre el inglés. En 3 vueltas de calificación Villenueve le había metido a Hill la friolera de 45 segundos.

Hill conseguía mantener la 2ª plaza con cierta holgura debido en parte a la brutal diferencia que había ido fabricando en la segunda parte de la carrera.  

Damon perdió una carrera que mereció ganar, y así se lo reconocía Villenueve en un abrazo sentido antes de enfilar el camino hacia el podio, pero por un día, el antihéroe iba a convertirse en héroe.

A final de año Hill anunciaba que dejaba Arrows y que fichaba por Jordan dos años.

En la escudería Jordan consiguió su victoria número 22 en Spa 1998 y la primera de las cuatro que conseguiría el equipo dirigido por Eddie Jordan en sus 15 años de historia.  
En 1999, después de una temporada sin resultados destacables Damon colgaba el casco con un currículum envidiable; 1 título Mundial, 22 victorias, 42 podios, 20 Pole Position y 19 vueltas rápidas en 115 carreras disputadas.  












En Twitter YUKIOSEKImaddog


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