A Max se le ha subido el pavo a la chepa. Y a Franz Tost se le ha subido a la chepa Max. El piloto holandés tiene un futuro brillante por delante y seguramente va a ser uno de los protagonistas del Gran Circo en los próximos años pero demuestra una inmadurez, unas malas formas y un ego que empiezan a resultar ciertamente reveladores.
En Melbourne Max no paró de
lloriquear y de quejarse por radio exigiendo a su ingeniero que le dejasen
pasar a Sainz Jr. La conversación llegó a tal punto con su ingeniero que llegó
a describir la situación -improperio tras improperio- como “una jodida broma”.
Como guinda del pastel,
Verstappen, desesperado por intentar pasar a Carlos (P9) faltando pocas vueltas
para el final golpeaba la trasera del coche del español que le provocaba un
trompo –sin pérdida de posiciones- pero que pudo tener consecuencias
devastadoras para los intereses de Toro Rosso de haber acabado los dos monoplazas
fuera de combate.
Quizá en velocidad pura y dura y
en agresividad en pista Max esté un pelo por delante, pero si Sainz mantiene la
cabeza fría y sigue usando las neuronas mejor que Verstappen, ojo que Max ya ha
demostrado que pierde los papeles cuando se encuentra por detrás de su
compañero de equipo en carrera. Ahora le toca a Tost explicarle a Max quien
manda en el equipo y, sobre todo, gestionar una situación que alimentaron en
Toro Rosso el año pasado no parándole los pies al joven holandés cuando se veía
a millas que se había subido a las barbas de los de Faenza. El “nuevo Senna” sigue
demostrando que de cabeza anda justito. Carlos ahí tiene una brecha en la que
seguir hurgando.
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